Hace ya muchos años vivía en Damasco un joven príncipe cuya vanidad era inmensa y su gusto por los objetos preciosos, desmesurado. Paseando por las calles de la ciudad, intentando saciar su apetito por raras antigüedades encontró en una diminuta tienda una figura de un escorpión de oro. Al preguntar por su precio, el comerciante se apresuró a regalárselo, no sin antes advertirle que tuviera muchísimo cuidado con el, pues era un objeto mágico que había sido encantado con un hechizo perverso. El joven príncipe no hizo caso de la advertencia, y pronto se vio en su palacio contemplando la belleza del escorpión.
Pero un buen día al tocar el escorpión, visualizó la Torre más bella que había visto nunca en sueños, de Oro y Marfil. Encaprichado por su belleza decidió ir en su búsqueda, pues se le había revelado su ubicación.
Sin embargo a mitad del camino pasó algo imprevisto. El escorpión cayó de su camello en la arena y se perdió. Al poco de perder el escorpión el joven príncipe se desvaneció.
Cuando recobró el sentido, 4 veces 10 años habían pasado, asimismo su tez había envejecido y sus ropas estropeado. Pasarían 10 años más hasta que un día después de rastrear el desierto, hallara al fin el escorpión dorado. Pero sus fuerzas sólo alcanzarían hasta llegar a un pequeño mercado de una pequeña aldea perdida en el tiempo... El mendigo se acercó a una bella joven y le ofreció el escorpión a cambio de ayuda...
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